Hay sentencia. No es favorable para Atlético. Es verdad, Palmeiras es un gigante, de acá a la China, pero siendo un clase B en comparación al poderío de su anfitrión, el “Decano” fue tan de la A que hubiera merecido colarse entre los 16 mejores de la Copa Libertadores y jugar los octavos de final.
Perdió estando de pie, aun cuando el 3-1 pudo haberse transformado en goleada negativa o positiva. El “Decano” fue algo así como Zé Roberto, el eterno volante/defensor del dueño de casa que corre como si tuviera 18 años y juega con la claridad de sabio. Atlético se negó a jubilarse de la Copa.
Y fue paciente pese a recibir el primer garrotazo tan rápido como cuando la velocidad de Roger Guedes abusaba del perfil de Fernando Evangelista. El hombre, pobre, era “pegame y decime Fernando”. Palmeiras lastimó tanto flanco izquierdo al punto de marearlo. Entonces, sobre el cuarto de hora, de un tiro libre lejano armó una movida de pizarrón. Estuvo Zé Roberto involucrado, también Guedes, que fue el que después de un toque corto, un pase interno y otro externo, remató hacia Lucchetti pero con la fortuna de que la pelota le quedó en la rodilla de Yerry Mina. El ecuatoriano se encontró con el gol de la justicia y de la injusticia a la vez.
Es que la suerte que tuvo Goliat ni por asumo la tuvo David. Aún siendo perdedor, Atlético no se salió de su libreto. Dosificó su energía mental. Así consiguió su primera chance. Leandro González voló y no pudo rematar con precisión. En la segunda, siempre con Luis Rodríguez como pase previo al golpe de efecto, David Barbona hizo todo tan bien que solo el palo de Fernando Prass podía decirle que no. De no creer.
Pero esto es fútbol, y como tal, gana el que hace más goles. Fue Palmeiras que el dominó y pegó tres veces. En cambio Atlético, aún descompensado y buscando la épica no contó ni con una pizca de fortuna.
Tras el descanso, Atlético no bajó el ritmo. Es más, lo subió y allí, aprovechando lo aburguesado que estaba su rival, empezó a meterle pimienta al asunto. Llegó el gol de “Pulguita” por un gran centro de Evangelista y después pudo haber otras más.
Palmeiras jugó como quiso, es verdad, pero Atlético jamás le dio por reconocida la victoria. No. Jugó sabiendo que podía perderlo pero a su vez dejarlo todo por ganar.
Willian, uno de los ingresados, cambió por 2-1 una acción con olor a falta a Evangelista. Desde lejos se vio eso. Desde cerca, Wilmar Roldán dijo siga, siga.
Y se vino el palo por palo. El casi gol de Palmeiras, el empate de Atlético. Jamás importó lo que sucedió en Montevideo, porque si algo demostró el “Decano” en esta Copa Libertadores, la de un inolvidable debut, es que siempre dará un poco más, pese a que lo golpeen y le sigan pegando. Zé Roberto lo hizo al final con el 3-1.
Atlético siguió jugando, porque pese a todo, ganó, aunque el resultado y la eliminación a octavos de final se hayan convertido en realidad. Al menos, con la Sudamericana podrá sacarse la bronca.